Argentina en tiempos de cuarentena (y de grietas)
Gabriel Gorostiague Covino
jggorostiague@outlook.com
Al arrancar con el análisis, obligadamente debemos preguntarnos ¿Qué pasó? La respuesta es sencilla: Argentina romperá el récord mundial de la cuarentena con unos resultados que arrancaron bien, pero que poco a poco se empiezan a oscurecer. El Gobierno Nacional teme que la pandemia sea insostenible, y la oposición -o una parte que no es temerosa para declarar- expresa lo que muchos sectores de la población demuestran: hartazgo y preocupación socioeconómica. Y, sumado con lo anterior, la pandemia actualmente está atacando donde más le duele a la clase política: los barrios populares, sitios que básicamente fueron creados por estos para tener una base electoral en las elecciones. Y podemos añadir a los guetos -aunque el gobierno se ofenda cuando se los define así- que se están convirtiendo en la única salida a la expansión del virus.
Por el lado de los pro-cuarentena, el análisis de confinamiento se vuelve entendible ahora que empieza a aumentar con velocidad la tasa de contagios. Por ahora observamos excelentes resultados en torno al aplanamiento de la bendita curva, pero también, hay que hacerse las siguientes preguntas: ¿Era necesario empezar tan temprano? Si la respuesta es sí, ¿Por qué cuando se "controló" la velocidad del contagio, no se abrió la circulación? Aunque resulta crucial hacer la pregunta inicial: ¿La cuarentena es constitucional? Y, técnicamente no, ya que el Congreso nunca declaró el estado de sitio, único mecanismo para restringir las garantías constitucionales ante una situación mayor. Un DNU nunca puede estar por encima de la Constitución. Pero aunque se plantee un amparo colectivo, el Poder Judicial está cerrado por la cuarentena. El resultado estaría para después del confinamiento.
Ahora bien, es hora de tocar el argumento anti-cuarentena. Aquí vale la pena aclarar que hay dos grupos bien definidos, para así no caer en la operación mediática que llevó a cabo C5N hace una semana, donde se generalizó a todo este sector. En el primer grupo, están los que denominaremos como "constitucionalistas", compuesto por los intelectuales que firmaron la declaración de la Infectadura, además de personajes del liberalismo y figuras de la oposición, como Patricia Bullrich y Ángel "Baby" Etchecopar. Y por el otro, el sector al que llamaremos como "conspiranoicos", donde plantean que el virus es un plan de la oligarquía mundial para la instauración de un Nuevo Orden con el fin de dominar a la sociedad.
Dentro del lado constitucionalista, que aquí presentan argumentos sólidos para poner en la mesa de debate, se encuentra el impulso de aspirar a esa importante necesidad expresiva a raíz de las polémicas declaraciones de los funcionarios y militantes del kirchnerismo, donde siempre se apunta a proyectos con tintes comunistas. Sumado a esto, la necesidad de poder trabajar en un contexto que en datos supera ampliamente a la crisis del 2001, la defensa de las libertades individuales y los trastornos psiquiátricos que el encierro generan, juegan un rol importante. En cambio, del lado conspiranoico, el objetivo es, según sus principales figuras, la del "despertar de la raza humana".
Mientras tanto, detrás -o delante- de la grieta, el personal médico exige que se le garanticen los elementos básicos de trabajo, lo que ha llevado a múltiples movilizaciones a lo largo del país; además de que las fuerzas policiales plantean conceptos abusivos para el control de la cuarentena, como lo ocurrido en Tucumán, o la inhumanización de los pueblos originarios en el Chaco a la hora de proceder.
Todo esto ocurre en un país atontado por el encierro, donde algunos aprovechan para guardarse un vuelto de los barbijos y otros, como vos y yo, no sabemos cómo hacer para poder trabajar.
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