Alberto Fernández y la cuarentena: análisis de la nueva ambivalencia




El presidente y la comodidad política que le brinda la cuarentena, en medio de disputas con el kirchnerismo más férreo y la oposición.

Gabriel Gorostiague Covino
jggorostiague@outlook.com

Esta pandemia sin lugar a dudas permite analizar más profundamente el escenario donde se encuentra el país, ya sea desde el ámbito político, social o económico, sin mencionar al enorme esfuerzo que están haciendo el personal médico. Desde el plano político, se observa un marcado enojo de Alberto Fernández con la -casi inexistente- oposición. Esto se vio reflejado en la última conferencia de prensa para anunciar la prórroga del confinamiento, cuando -con un tono muy fuerte- enterró a toda las figuras opositoras anti-cuarentena con un contundente "no me van a torcer el brazo" y con la exposición del caso Suecia -que siendo justos es un país que apostó por la búsqueda de inmunización social antes que por implementar la cuarentena, pero que el presidente lo dió como una modelo fallido donde la defensa de la prioridad a la economía que promueven las figuras opositoras y los medios-. Se podría agregar como acotación que la verdadera oposición que enfrenta Alberto en el gobierno se encuentra dentro de su gabinete, donde ciertos funcionarios muchas veces se mueven en contra del pensamiento de Fernández y lo hacen más cercanamente a las ideas de la vicepresidenta, Cristina Fernández. En mi opinión personal no considero que AF sea una "marioneta" de Cristina, como se lo cataloga desde las entrañas de la oposición, pero sí creo que la ex-presidenta posee una mayor relevancia dentro del Poder Ejecutivo que el primer mandatario. Simultáneamente, se agregan las disputas por las sesiones del Poder Legislativo, donde las fallas de la deficiencia se observan a simple vista.

Por el lado social, la Argentina está consumiéndose (vale el uso retórico de la palabra) por el encierro. Sumado a esto, se dió la polémica de los presos que, por orden de la justicia -y las paupérrimas declaraciones del secretario de Derechos Humanos-, obtuvieron la prisión domiciliaria en condiciones dudosas, como lo fue sin el uso de tobilleras y, en algunos casos, cerca de las casas de sus víctimas. Con estas dos variables, la sociedad está rompiendo poco a poco con la cuarentena y que, a pesar del extraordinario apoyo al presidente, se empieza a observar cierto malestar.

En el ámbito económico, la situación oscurece abruptamente. El gobierno de Mauricio Macri no dejó las mejores condiciones posibles para un buen mandato, al contrario, básicamente su período terminó con un país en un default sin oficializar. Sumado a lo anterior, se menciona que con la cuarentena la economía está paralizada, sin producción y con una despampanante emisión monetaria para cubrir las ayudas sociales por la pandemia. El ministro Martín Guzmán sabe bien que con el déficit fiscal y la emisión desmesurada, tarde o temprano se llegaría a una hiperinflación. Por eso, apuesta por cerrar las negociaciones con los bonistas para que en un futuro poder tener acceso al crédito y, por qué no, una reforma financiera.

Y por el área sanitaria, el gobierno se enorgullece por los innegables buenos resultados con el confinamiento, aunque con altos casos de contagios en el personal sanitario y con un fuerte impacto de contagios en residencias de adultos mayores. Para el primer problema es evidente que la causa se halla en la falta de inversión en equipo para los médicos y que se le suma la superstición de Ginés González García sobre el arribo del virus que impidió que se compraran test meses atrás. En cambio, para el segundo claramente se observa una inexistencia de protocolos y un abandono durante décadas de estos sitios, donde básicamente son contenedores de ancianos.

Para cerrar, la frase del líder piquetero Juan Grabois definiendo al gobierno como que "no roba pero tampoco hace", deja en evidencia la falta de reflejos por parte del Estado para sobrellevar las necesidades sociales y financieras que la población necesita. La existencia del episodio donde hubo una alerta por sobreprecio en los alimentos en el área del Ministerio de Desarrollo Social o la ineptitud del Anses para el desarrollo de ayudas económicas (es cierto que existe el IFE, pero que no fue tan bien implementado), y los bancos con créditos a las empresas, donde éste no llega con velocidad como debería ocurrir. Todo esto deja a entrever que el Estado es demasiado obeso y anticuado como para poseer la agilidad necesaria para enfrentar positivamente a las consecuencias de una cuarentena, que llegó como el nuevo romance del presidente, y que está para quedarse.


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